Carlos Liscano en su hogar. 11 de mayo de 2009. Foto 0104FMCPNM.CMDF.IMM.UY.
Carlos Contrera / CdF
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Contemporánea

Carlos Liscano

Llegué a Melilla en el 2004. Antes vivía en la Plaza Libertad, dónde tengo todavía un apartamento. Nosotros queríamos tener un terrenito, con algo construido, pero no en la playa. Empezamos a buscar y ahí descubrimos que en Montevideo rural la norma no permite fraccionar por debajo de las tres hectáreas. Busqué en Punta Espinillo, Pajas Blancas, Melilla, fui a Canelones… y entre lo mejor y lo posible, lo que podíamos pagar, compramos esto, que era una tapera. Estuvimos un año y medio arreglándola. La construcción de la chacra la dirigí yo, improvisando. Fui peón de albañil, peón de electricista, peón de carpintero, peón de sanitario. Contrataba a alguien y yo era el peón.

Esta calle, como es una calle cerrada, me venía muy bien. Porque La Redención o Camino Melilla en cualquier momento los amplían y tenés los caminos pasando por la puerta de tu casa. Creo que hay una política de la Intendencia de mantener el sector rural, por ejemplo en eso de qué no se pueda fraccionar por debajo de tres hectáreas, porque si una empieza a fraccionar se termina la zona rural. Que no pueda haber industrias o cosas así está muy bien, porque una chacra de 5 hectáreas vale 40 mil dólares, y cualquier empresa compra un campo, lo alambra y mete contenedores, chatarra o lo que sea, que era lo que estaba pasando antes. En Canelones te encajan un aserradero al lado y fuiste. El problema que tenés acá es que te pongan un criadero de pollos al lado. Unos amigos habían comprado en Camino Seré, pero estuvieron un año y se fueron, porque no se dieron cuenta que en frente había un criadero de pollos. Y está el olor, los camiones, y la música, porque a los pollos para que engorden les ponen luz y música de noche. Y claro, ellos venían a estar tranquilos, a empezar a retirarse, y así era imposible. Se tuvieron que ir.

Cuando terminamos de construir acá las cosas empezaron a cambiar, porque en vez de tener un terrenito para pasar los fines de semana en Melilla, tenemos un apartamento en el centro para ir de vez en cuando. La vida aquí se ha transformado en lo principal. Hoy me cuesta ir la centro de Montevideo, el tránsito, los ruidos, los olores, los estímulos visuales, me agobian. En la Plaza Libertad tenemos un acto político, sindical o religioso todos los días. Y acá lo único que hay es el ruido de los tractores en época de trabajo. Es un lugar tranquilo, seguro, para lo que es el resto de la ciudad.

A las actividades que hace Cavalieri va todo el mundo. A mi invitaron una vez a leer, y me surgió la pregunta de ¿qué leo? Así que llevé varios textos, porque no sabía como iba a estar el ambiente. Y bueno, al final leí uno con un humor medio escatológico, con algún “hijo de puta”, y la gente se rió con ganas. Después se hicieron preguntas. Me preguntaron “¿usted que vino hace poco para Melilla, como estamos de hijos de puta aquí?”. Y le contesté: “Yo no sabría, porque no conozco tanto, pero el promedio de la sociedad se debe cumplir. Ahora, se desequilibró cuando vine yo”. Fue muy agradable. Estaba lleno de gente. Y como hay pocas actividades en Melilla, la gente va. Hace cuarenta o cincuenta años, los vecinos viejos me cuentan que tenían equipos de fútbol que competían, bailes, había una vida social mucho más intensa. Ahora lo que pasa es que los hijos de los chacareros se van.

Los Pirinchos 1811. 11 de mayo de 2009

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